Un lector nos remite este escrito en respuesta al artículo de Luis Marcos El papel de Castilla y León en la financiación autonómica.
Coincido plenamente con el artículo del Sr. Marcos, secretario de organización de Tierra Comunera, sobre la financiación autonómica. Es más, creo que tiene mucha importancia su toque de atención sobre los graves desafíos que tiene planteados nuestra tierra en un futuro próximo. También comparto su conclusión de un partido castellanista fuerte, que esté libre de las ataduras de los partidos estatales y que responda, de forma exclusiva, ante los ciudadanos de nuestra región. No obstante, el meollo de la cuestión es el concepto de Castilla que maneja el Sr. Marcos y su partido: un territorio inmenso que incluye desde el Valle de Mena hasta los confines de la región murciana, incluyendo la mayor parte de los territorios que, hasta hace tres siglos, conformaban la llamada Corona de Castilla; la cual, por otra parte, tanto desde el punto de vista jurídico como fáctico, lo mismo podría haberse denominado Corona de León o Corona de Galicia; esa Castilla de Tierra Comunera está formada por diecisiete provincias, más de la tercera parte del total de las españolas. Un partido que apuesta por ese ámbito territorial es casi un partido estatal, para este viaje no hacían falta alforjas. ¿Cree el Sr. Marcos, que una región castellana, como la que propone Tierra Comunera, tiene cabida por su funcionalidad y contenido simbólico en la España de las Autonomías o en la Europa de las Regiones?; creo que no. ¿Cuál es la finalidad de los procesos de regionalización en los que están inmersos la mayoría de los países europeos?: la creación de ámbitos de decisión más reducidos que el estado-nación actual, con una cercanía, no sólo física sino también emocional, a la ciudadanía; con capacidad para dar una respuesta rápida a los problemas y con las cuales el pueblo se sienta identificado. Creo que esa Castilla no cumple estos requisitos, ni tampoco los cumple ese engendro, en el que estamos integrados los burgaleses, que se llama Castilla y León. Llevamos veinticinco años de autonomía y no se ha avanzado nada; a los habitantes de las nueve provincias, la administración autonómica les resulta tan ajena como la estatal. Tal vez estemos aún a tiempo de corregir tamaño despropósito, de reconstruir una región a la medida de los habitantes de Burgos y otras provincias vecinas, de recrear la hoy desaparecida región histórica de Castilla, también llamada durante siglos Castilla La Vieja para diferenciarla de otros territorios que, por razones políticas o de prestigio, adoptaron el término, caso de Toledo-La Mancha (Castilla La Nueva) o Andalucía (Castilla Novísima). Cuando Tierra Comunera se convierta en un auténtico partido castellanista, habrá dado un paso de gigante para convertirse en ese partido regionalista fuerte que el Sr. Marcos demanda.
José A. Amo
Ciudadanos de Burgos
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