Por aquellos años, nuestro equipo disputaba sus partidos en Primera División. Éramos uno de los veinte equipos de la élite nacional y el Club tenía diez mil asociados. Huelga decir que eran otros tiempos.
Dieciocho años después de aquella tarde, todo, o quizá nada, ha cambiado. El Burgos de principios de los noventa paseaba su escudo por los campos de Primera, pero al igual que hoy, comenzaba a resquebrajarse por dentro. Las cuentas no le salieron a Martínez Laredo y escapó de la ciudad dejando herido de muerte a un Burgos que no dudaría más de cuatro en el fútbol profesional.
No podemos volver a cometer los errores del pasado.
Domingo Novoa Rey no debe seguir en el Burgos. Su pésima gestión económica, su falta de palabra, de coherencia y la mala planificación están hipotecando a nuestro Club y por ende, las ilusiones de cada burgalesista. Se está hundiendo el barco, pero en este caso el capitán no morirá con él. Al igual que ya hizo Laredo, escapará a ritmo de tango y nos abandonará en las profundidades abisales que tan bien conocemos.
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