Desde hace un tiempo se viene hablando de la llegada del AVE a Valladolid. Los siempre hospitalarios políticos de la Junta babean, mientras reciben a los flamantes inauguradores venidos de Madrid, pensando en un futuro personal lejos de las Cortes de Fuensaldaña.
Quizá esa sea la explicación de su incompetencia; ni siquiera los mismos políticos parásitos del Régimen creen en esta pseudo región inventada y que tiene el liderato estatal en desarraigo entre sus cada vez más desengañados ciudadanos.
Un engendro dirgido desde el aparato centralista sito, como no podía ser de otra manera, en la única provincia que ha salido más que bien parada de este invento autonomista, Valladolid.
Sentimentalmente, por mucho que la Fundación Villalar nos venda esta aberración territorial, me resulta imposible sentirme castellanoleonés, lo mismo que a un catalán se lo supondría sentirse catalanoaragonés o a un gallego, galaicoasturiano. Y razones prácticas para identificarme con un término tan ambiguo como castellanoleonés, sigo sin encontrar. La carga que supone el centralismo pucelano auspiciado por la Junta, es un tapón al progreso de la provincia burgalesa, así como de las restantes que conforman y sufren esta pantomima aspirante a región. Verbigracia: infraestructuras como el AVE directo a Madrid o el parque tecnológico; instituciones como la capitalidad o el Banco de España...
¿Qué sentido tiene Castilla-León para un burgalés?
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